Sunday, June 28, 2009

CONTRA EL GOLPE DE ESTADO HONDUREÑO

Hoy es domingo. Un domingo cualquiera. Acabo de ver el emocionante partido de España contra Sudáfrica y tengo planeado ver la final de la Copa Confederaciones. Como distan unas horas entre ambos partidos paseo mis ojos en la red para ver si he recibido mensajes (cosa poco probable) y ver las noticias del día. Y es entonces cuando me encuentro con la noticia que nunca habría querido leer. Los militares han irrumpido en la casa presidencial a tiros y secuestrado al presidente de Honduras. Desde hacía unos días la tensión iba en aumento con un presidente obsesionado por abrir las puertas constitucionales a su reelección y distintas instituciones -entre ellas la Corte Suprema de Justicia que declaró ilegal dicha consulta-. No creo en los políticos iluminados e imprescindibles que se sacrifican por la patria reformando la constitución para continuar en el poder. De hecho, los últimos tres casos de reelección forzada ocurridos en latinoamerica han acabado de la peor manera posible. Fujimori acabó huyendo a Japón al principio de su tercer mandato tras la publicación de unos videos que mostraban la corrupción de su gobierno. El mandato de Menem, a su fin, desembocó en la peor crisis institucional y económica de Argentina, mientras que no sabemos cuantas décadas se perpertuará el mandato de Chávez en Venezuela. No existe ninguna razón objetiva para realizar dicha reforma constituciónal y ningún político es tan imprescindible, menos aun si sus actos fracturan tan notablemente a la sociedad de su país como en el caso presente.
Ahora bien, el hecho de que rechace una reelección del presidente Manuel Zelaya no impide, al mismo tiempo, de que esté en contra del Golpe de Estado promovido por los militares. Como latinoamericano que soy, no puedo olvidar que cada vez que un militarote ha salido ante las cámaras diciendo: "hice lo que hice para salvar a la patria, bla bla bla..." sus buenas intenciones se han saldado con un baño de sangre. Independientemente de la ideología de cada gobernante latinoamericano y de sus simpatías u odios hacia Zelaya,los presidentes de cada país debe mostrar su total repulsa a este acto contrario a la ley y exigir la reincorporación incondicional de éste en su cargo. No se puede permitir que este atropello a la ley prospere porque sería un pésimo precedente para todos los países de la región, amen de un retroceso a la segunda mitad del siglo XX. En ese sentido, resulta muy alentador que el gobierno de Estados Unidos, en el pasado tradicional aliado de los regímenes golpistas, haya condenado el golpe. De hecho esta condena es un signo de los nuevos tiempos que corren en los que nadie quiere la imposición de una cúpula castrense por encima de los deseos de todo un pueblo. Esperemos que la normalidad democrática se restituya en las próximas horas y también, por qué no decirlo, que el presidente Zelaya abandone de una vez por todas su capricho reeleccionista obedeciendo así a lo dictado por el poder judicial