No
tenía una modelo a mis pies, de hecho estaba sólo, y sin embargo cada mañana me
despertaba alegre, sabedor de que lo primero que verían mis ojos sería la bahía.
Tal era la alegría que me producía esta imagen, que lo primero que hacía para
prolongar la contemplación del amanecer, era prepararme un café con el
calentador de agua que me había provisto el hotel, y encender mi ordenador para
contestar los mails de la oficina de Madrid que había recibido durante mi
sueño. Sí, tal era el influjo de esta visión, un intento de infinito cruelmente
cercenado, que conseguía que trabajase desde las 7 de la mañana. El resto del día destruía la placidez del amanecer.
El caos de las calles y los constantes
chubascos hacían de Hong Kong un lugar hostil. Solo el idioma me reconciliaba
con sus habitantes. Por lo menos con ellos me podía entender a diferencia de
con los continentales. Los túneles que atravesaban calles enteras, edificios incluidos,
eran el único aspecto lúdico de esta ciudad
que a la luz del día se tornaba anodina. Finalmente, la noche deparaba un
último gran espectáculo y no me refiero a la horterada de luces y música
preparada por el ayuntamiento. Desde el grand Pic se podía contemplar el
atardecer y como, ante el avance de la oscuridad, se poblaba de luces. Pero esa
imagen, seductora indudablemente, solo era el traje de gala de la ciudad. La
estampa que todo turista se llevaría consigo. La verdadera belleza de la bahía
radicaba en su amanecer, aun legañoso, aun cubierto de neblina, a veces pasado
por agua y otras bañado de luz, cuya visión aún busco cada mañana cuando me despertó,
para encontrarme dolorosamente con una
pared de ladrillo en frente. Solo 4 amaneceres tuve y sin embargo permanecerán
grabados por siempre en mi cabeza.
Wednesday, May 15, 2013
Wednesday, May 08, 2013
GELO EN TEQUESQUITENGO
Recuerdo una iglesia
hundida en el fondo de una laguna por encima de cuyo techo caminaba todos los
días. Sólo su cúpula mantiene una posibilidad de vida. Recuerdo un campo
maldito propicio para invocaciones satánicas y un puma de piedra que cobra vida
la noche de Santa Walpurgis. Y recuerdo un jardín edénico de amplias
proporciones en el que paseaba y jugaba despreocupadamente, pese a que en él,
al igual que en el primer pastizal, también se encontraban serpientes y toda clase
de bichos de mala lengua. Mas de todas estas memorias, una anciana de porte
atlético pese a sus 70 años, se yergue en el centro de mi evocación para repetirme
una y otra vez la crónica de nuestro pasado. Ya fuera ante los tonos violáceos del
firmamento o a la brisa producida por el suave mecimiento de una hamaca, su voz
me habla de un familiar en busca de utopías al fondo de una montaña o de un
tatarabuelo que tuvo el valor de decir No al soborno de la autoridad. Esas anécdotas
constituyen la savia y esencia de mi ser y de los míos y ahora, varios años después
de la desaparición del oráculo, intento reunir torpemente su crónica, mas esta
se escapa como agua entre las manos y tan solo queda un lecho oscuro, vaga
sombra de lo que fue.
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Friday, May 03, 2013
MOTIVACIONES LITERARIAS
¿Qué
es lo que sé? ¿De qué savia puedo alimentarme para hacer crecer mi espíritu
ante el siempre demoledor juicio de la hoja en blanco? Carezco del poder de dar
vida con la tinta y no puedo engalanar de ricas y exóticas joyas mis poemas.
Tan solo soy un ingeniero con pretensiones de arquitecto. Mas con todo no dejo
de sufrir ante la impotencia de la cascada que cae para no volver e igualmente renazco
en cada caricia de la lluvia tras un frío amanecer. Y por eso, porque siento,
me lanzo a este desafío vano de la creación sin esperanza de victoria, pero
sabedor de que dejaría de respirar si no lo intentase. La herida tras intentar
alcanzar el vuelo de la mariposa es profunda, pero reveladora de que aún vivo.
Wednesday, May 01, 2013
APRENDIZAJE VITAL
Avanzamos
en busca de la unión del cielo y la tierra; síntesis y realización de todos
nuestros anhelos. No importan cuán lejos se encuentre este grial ni cuán
abrupto sea el terreno. Somos seres cargados de horizontes y marchamos con
lluvia en la cara, demencia febril e ímpetu fundamentalista. Avanzamos con la
vana ilusión de que algún día la frontera que une la carne y el espíritu se
detendrá y poco a poco podremos verla ensancharse a nuestro cada vez más
seguro paso. Sólo cuando nos detenemos,
cuando ya nuestra pisada se ha vuelto vacilante, y volvemos nuestra vista
atrás, nos damos cuenta de que nunca llegaremos al horizonte porque éste marcha
siempre entre nosotros. Es nuestro maná y nuestra tierra prometida y sólo
cuando decidimos que ya no lo necesitamos, entonces empezamos a morir.
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